Marioneta del sistema




Una melodía dulce comenzó a sonar. Era su señal para salir al escenario. Ella, vestida con sus mejores telas, salía a actuar guiada por las manos de su maestro. El público la amaba y los aplausos le llenaban. Pero cuando estos ya morían, cuando el calor del público se disipaba y una nueva melodía daba pie a la siguiente actuación, ella volvía a su cárcel. En ella, encerrada, a oscuras, cantaba una canción que algún día escuchó. Así pasaba días hasta que una patada en la pared le mandaba prepararse de nuevo, ya que en una hora volvería a aparecer en escena.


Y así pasaba la vida, triste y vacía cuando estaba en su cuarto esperando esas notas que la sacaran un rato del infierno. O eso era antes, ya cansada de hacer todos los días lo mismo, solo quiere cambiar; le han contado que existe un mundo diferente fuera de allí, donde cada uno vive su vida, sin hilos que le guíen.


Su melodía suena, pero esta vez le hace sentir alegría, no parece la canción de siempre. Le abren la puerta, pero no sale, sino que baila, y solo baila. Su maestro la coge para llevarla al escenario pero no hace caso a sus órdenes. El tira de las cuerdas e intenta llevársela.
-¡Quiero improvisar!- chilla la marioneta, cortando los hilos que le ataban.

Corriendo busca la puerta que le lleve a ese paraíso. Al abrirla se encuentra con un mundo nuevo. Es un mundo verde, totalmente diferente a todo lo que había visto jamás. Mientras pasea se encuentra con humanos, aparentemente libres. Al acercarse, en cambio, observa que todos tienen hilos, todos están atados, todos controlados por algún tipo de sistema. 

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