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Mostrando entradas de septiembre, 2015

Una reflexión sobre el amor.

Me despierto soñando con un nuevo día. Al girarme me encuentro con tu cara, mansa. Tú también abres los ojos y me besas, un beso tierno y cálido. Mientras preparo el desayuno me doy cuenta de que he vuelto a caer en las garras de ese viejo desdentado, cruel y vengativo que se hace llamar amor. Mientras vemos la tele pienso en el. Y no, no creo que exista. Llamamos amor a poseer al otro, como si fuera nuestro y de nadie más. Solo es una mezcla de atracción, miedo a la soledad y estar agosto con el otro. Te marchas y se acaba, vuelvo a estar solo. Instantáneamente mi cuerpo tiene ganas de ti, echo de menos tus caricias, tus besos, tus ojos... Me hablas y siento miedo, miedo de él y sus trucos. Miedo a que sea capaz de matarme de nuevo.

Sueños

He visto un mundo pacifico, donde el dinero invertido en armas era usado en material escolar. Un mundo que olvidaba las fronteras en el que no había verjas de metal con alambre de espino, ni soldados dispuestos a matar a inmigrantes. Donde la educación llegaba a cada niño, una educación laica, que nos enseñaba a aprender y no a recordar. Las desigualdades habían volado y daba igual ser blanco o negro, heterosexual u homosexual, hombre o mujer. Donde la democracia era real y no estaba podrida por el dinero, ladrón de sueños, derechos y vidas. Donde la justicia era igual para todos y la corrupción era penada y no escondida bajo otras noticias. Donde el telediario informaba, en vez de desinformar. Un mundo en el que la diferencia entre el rico y el pobre se reducía. Lástima que solo te viera en un sueño.

Solo una copa más

Me despierto. Estoy solo y desnudo. Una botella de ron descansa vacía en el suelo, vacía, tan vacía como yo. El cenicero lleno atasca aun más el ambiente de la habitación. Abro el balcón y el sol me golpea, recordándome la resaca y que quizás las cosas no vayan tan bien como creo. Me preparo el primer café y abro otra botella de ron. Recojo todo el rollo de anoche y me pego una ducha. Paso el día entre pastillas, tabaco, siestas y algo más de ron. A la noche ya soy yo; animado y sin nauseas quiero salir. Bajo al bar donde te vi y empiezo a beber de nuevo. -¿Qué tal?     Pregunta una voz dulce, al girarme veo a la chica de ayer, la que compartió la luna conmigo. Pero no eres tú. Me apuro el vaso y con una excusa me marcho de allí.        Creo que te buscaré en la barra del próximo bar.                           

Mi Rose macarra.

Puedo llorar y gritar, siento calor y mis músculos despiertan. Siento rabia y ganas de romper con todo. Ganas de estar solo y pensar que solo así respiro. Pero te encuentro al otro lado de la cama y me sonríes mientras escribo estas palabras, que aunque iban hacia la guerra, ahora solo buscan la paz de tus labios. Puedo odiar al mundo, u odiarme a mi mismo, pero tú me haces volver a ser yo, el yo verdadero, el que necesita tus caricias como ese cigarro que te fumas de manera tan sensual, que solo a ti se te puede apagar mil veces. Porque te echare de menos cada vez que mire al otro lado de la cama y piense ¿por qué no volver a sentir tus caricias, tus manos sujetando mi vida, y tus besos, esos que me pierden y me llevan fuera de mis problemas? Porque gritaremos al sol cuando nos despierte mañana, porque queremos más abrazos, más caricias, más momentos en los que nos contamos las penas. Mandaría a tomar por culo a la luna, que dicen que quiere ocupar tu lugar cuando me

Marioneta del sistema

Una melodía dulce comenzó a sonar. Era su señal para salir al escenario. Ella, vestida con sus mejores telas, salía a actuar guiada por las manos de su maestro. El público la amaba y los aplausos le llenaban. Pero cuando estos ya morían, cuando el calor del público se disipaba y una nueva melodía daba pie a la siguiente actuación, ella volvía a su cárcel. En ella, encerrada, a oscuras, cantaba una canción que algún día escuchó. Así pasaba días hasta que una patada en la pared le mandaba prepararse de nuevo, ya que en una hora volvería a aparecer en escena. Y así pasaba la vida, triste y vacía cuando estaba en su cuarto esperando esas notas que la sacaran un rato del infierno. O eso era antes, ya cansada de hacer todos los días lo mismo, solo quiere cambiar; le han contado que existe un mundo diferente fuera de allí, donde cada uno vive su vida, sin hilos que le guíen. Su melodía suena, pero esta vez le hace sentir alegría, no parece la canción de s